“Quiero alimentar a los flojos
-Dijo una vez un rey-
Más sin confundirlos con otros,
¿Cómo podría hacer?
“Deja eso en mis manos
-Le respondió su ministro
Que anuncien tus cortesanos
Tu deseo cual edicto...”
Por miles y miles llegaron
A los comedores dispuestos
Diciendo: “Me han llamado,
Soy un flojo, lo confieso
Y cuando estaban allí reunidos
Dijo el ministro: “Prendan fuego
A las telas y junquillos
Que dispusimos para ello...”
Pronto empezó a arder en llamas
Todo el comedor aquél
Y huyeron en bandada
Los que pretendían comer
Sólo dos quedaron dentro
Renuentes a querer salir
Y el rey escuchó por cierto
Que se dijeron así:
“Oye hermano este fuego
Ya me hace arder la cara...”
“Si es así tengo el remedio:
Dale no más la espalda...”
Y al punto dijo el ministro:
“Ahí los tiene mi buen rey,
Esos son flojos de fijo,
A ellos dele de comer...”
Y así el mundo es cual bosque en llamas
¿Quién no quiere salir de aquí?
Si por librarse no se afanan
Como esos dos han de existir
No hay comentarios:
Publicar un comentario